A LOS LECTORES

En este blog se intentará rememorar viejas glorias del deporte nacional y mundial, como así también grandes momentos que, en tiempos tan vertiginosos, llevan a más de un desmemoriado a interpretar el presente sin incurrir en el pasado (arma vital para comprender la actualidad y prever el futuro).

lunes, 15 de octubre de 2007

El primer Argentina-Inglaterra


“Llegaron los siete mustachos”, tituló el Daily Express, en alusión a los bigotes de los jugadores argentinos. “Son petisos y fornidos, con emotivos ojos oscuros y apasionados”, describió el Evening News. Cuando el 4 de mayo de 1951, la Selección Argentina arribó a Londres para enfrentar por primera vez a su par de Inglaterra, muy poco se sabía de los dotes futbolísticos de los sudamericanos. Tal es el caso, que la prensa británica hacía hincapié en curiosidades lejanas al fútbol en sí.
Era la segunda vez que un combinado extranjero visitaba el mítico Wembley. Pese a que había sido inaugurado en 1923, sólo los escoceses habían tenido la oportunidad de jugar en el estadio más representativo de Inglaterra. Los argentinos, que no habían asistido al Mundial de 1950 disputado en Brasil, llamaron rápidamente la atención del medio inglés, y graciosamente se ganaron el apodo de “Beef boys” (muchachos de la carne), luego de solicitarle a la embajada argentina 375 kilos de carne para equilibrar la dieta que les brindaba el hotel londinense.
En los días previos al choque, la delegación argentina tuvo la oportunidad de presenciar el último partido de la temporada de Liga, que enfrentó al ya campeón Tottenham con el Liverpool, con victoria para los primeros. Sobre ese encuentro, el técnico argentino, Guillermo Stábile, destacó la rapidez del juego de los ingleses, y consideró al Tottenham un equipo superior a Racing Club, el campeón de Argentina. “Individualmente los jugadores argentinos son superiores, pero el juego de equipo de los ingleses es notable”, afirmó Stábile.
Se acercaba el día del partido, y el encuentro adquiría magnitud desde ambas partes. Para los ingleses era una forma de demostrarle al ambiente del fútbol que, a pesar del traspié que habían sufrido en la Copa del Mundo, eran los mejores. Para los argentinos, las presiones eran mínimas, aunque un triunfo en tierra europea podía ser un hecho que llevara al fútbol nacional a un pedestal de reconocimiento.
El 9 de mayo, tras una feroz tormenta que empeoró el estado del campo de juego, los equipos se dispusieron en hilera frente a la platea de Wembley para entonar los respectivos himnos. A los espectadores locales, el himno argentino les resultó “interminable”, y hasta algunos comenzaron a silbar, evidenciando una falta de respeto hacia los visitantes.
Luego del pitido inicial del árbitro, los argentinos salieron a defenderse en campo propio, dándoles la iniciativa a los ingleses, que no podían romper la férrea defensa albiceleste, claramente dispuesta para salir de contra y agarrar mal parado a los rivales. Justamente, luego de un corte de Ángel Labruna, salió la réplica de los visitantes. Loustau se escapó por la banda, gambeteó a un defensa y envió un centro al corazón del área para que Mario Boyé conectara un frentazo que dejó mudo al estadio, 1-0 para Argentina, a los 18 minutos de la primera parte.
El gol produjo la reacción de Inglaterra, que se vino con toda la furia contra el arco argentino, y convirtió en figura al arquero Rugilo. El predominio británico era tal que el resultado era injusto e impacientaba al público, que veía cómo por primera vez su selección perdía un partido en territorio propio.
El encuentro moría y los jugadores argentinos saboreaban el triunfo, cuando a falta de 10 minutos apareció la figura de Stan Mortensen para cabecear el decimocuarto tiro de esquina que tuvieron los ingleses y decretar la igualdad. No conforme con esto, a cuatro minutos del final, Mortensen nuevamente metió su cabeza en un tiro libre ejecutado por Alf Ramsey para asistir a Milburn, quien con su gol selló la victoria y le permitió a los europeos conservar el invicto en casa.
Los jugadores argentinos no lo podían creer. Algunos lloraban desconsolados en la cancha, mientras que el técnico Stábile declaraba que sus dirigidos habían jugado un buen partido, y merecían al menos el empate.




Inglaterra formó con: Williams, Ramsey, Eckersley, Wright, Taylor, Cockburn, Finney, Mortensen, Milburn, Hassall, Metcalfe.

Argentina formó con: Rugilo, Colman, Filgueiras, Iácono, Faina, Pescia, Boyé, Méndez, Bravo, Labruna, Loustau.


*Datos y crónica del partido recolectados del libro "Argentina vs. Inglaterra, mundiales de fútbol y otras guerras", del escritor David Downing.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Pionero entre los criollos

El 12 de julio de 1924 fue un día clave para el deporte argentino y sudamericano ya que Luis Antonio Brunetto conseguía la primer medalla para el país en los Juegos Olímpicos de París 1924 y para toda Sudamérica a través de disciplina de salto triple.
El rosarino fue uno de los 93 criollos que pisaron suelo francés en aquellos días con la intención de participar en Los Juego Olímpicos por primera vez oficialmente como delegación (en París 1990, participó Eduardo Camet porque vivía en la ciudad y en Londres 1908, por el mismo motivo lo hizo Héctor Torromé), y llegaba con los ojos llenos de lágrimas ya que era la primera vez que el santafesino pisaba el primer mundo.
Siendo un joven entre los atletas (antes había que tener más de 20 años para poder participar en una competencia olímpica), Luis Brunetto dejó atrás miedos, nervios, ansiedades y emociones para saltar –según las estadísticas del torneo- 15, 42 m, 10 centímetros menos que el australiano Antonhy Winter quien obtuvo la medalla dorada. Aunque hay versiones de medios extranjeros que afirman que el último salto de seis que dio el argentino midió 5, 70 metros mientras que en la planilla oficial figura como nulo. El mito todavía sigue siendo mito. Lo que nadie le pudo quitar al rosarino, que hacía sus primeros pasos en el atletismo grande, fue la medalla plateada y la satisfacción de haber batido el record argentino en esa prueba, marca que continuó siendo inalcanzable para los atletas nacionales hasta 1975 cuando lo mejoró Emilio Mazzeo en México.
Luego de obtener cinco Campeonatos Sudamericanos consecutivamente (1924, 1926, 1927, 1929 y 1931) y tres Torneos Nacionales (1921, 1922 y 1924), Brunetto siguió ligado a su amor: el deporte, desde la dirigencia en su ciudad natal.
Finalmente le dijo adiós al mundo un 7 de mayo de 1968 y desde los comienzos de 2001, la pista de solado sintético del estadio rosarino lleva su nombre.

martes, 4 de septiembre de 2007

Un scrum de 17 almas

Diecisiete vidas. Diecisiete sueños con una ilusión que no perjudicaba a nadie y llenaba sus corazones cada vez que entraban a la cancha. Deporte característico por la garra y el empuje. Hecho para unos pocos que son capaces de dar la vida en un scrum, que son capaces de arriesgarse el todo por el todo por conseguir un try, que por amor a la camiseta y a los colores que la pintan no veían un límite cercano. La pasión era suficiente para ellos.
De otro lado, oscuro de por sí, había una dictadura militar, la más cruel, terrible y descarada de la Historia Argentina que mató 30.000 inocentes, entre a ellos a veintitrés rugbiers, de los cuales diecisiete jugaban en La Plata Rugby Club.
Hernán Rocca, Mariano Carlos “Mane” Montequín, Otilio Pascua, Pablo Alberto “Turquito” Balut, Santiago “El Chueco” Sánchez Viamonte, Jorge Moura, Rodolfo Jorge Axat, Alfredo Reboredo, Luis “Luti” Munitis, Marcelo “Beto” Bettini, Abel Vigo, Eduardo “Manopla” Navajas, Mario Mercader, Pablo del Rivero, Enrique “Shortorn” Sierra, Hugo “Pinino” Lavalle y Julio “Choclo” Alvarez.

Diecisiete compañeros de la vida y amigos del deporte que se divertían con una pelota ovalada y pagaron con su sangre los caprichos y las locuras de Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti y tanto otros.
Cinco hombres comprometidos con la vida, preocupados por mejorar un país que necesitaba un cambio defendieron ideas que les contó la vida:

Hernán Rocca, era un medio scrum que estaba viviendo uno de los mejores momentos de su vida como rugbier. Era titular en la cuarta división de La Plata Rugby Club y estaba haciendo sus primeras presentaciones en el primer equipo con un desempeño asombroso. Tuvo la desgracia de que en abril de 1975, cuando un grupo paramilitar fue a su casa, lo confundieran con su hermano Marcelo que militaba en la organización guerrillera peronista Montoneros. Al día siguiente, los secuestradores volvieron con la intención de buscar a Marcelo Rocca quien había escapado. La noche anterior Hernán había sido asesinado en “La Balandra”, un balneario cercano a la ciudad de Magdalena al sur de la ciudad de La Plata. El hijo de Santiago Sánchez Viamonte, Diego, lo cuenta en el libro “Deporte, La Dictadura y los Desaparecidos” de Gustavo Veiga: “Lo de Hernán fue como un bombazo, porque era un jugador vigente, de la Primera, que un día estaba y al otro día lo mataron”.
Hernán Rocca fue el primer desaparecido de los jugadores de su club.
Mariano Carlos Montequín, más conocido como “Mane”, había sido jugador del club, pero cuando lo raptaron, se había alejado del rugby porque tenía intenciones de avanzar en el estudio universitario. Fue secuestrado el 6 de diciembre de 1977, cuando tenía 27 años, por miembros del Grupo de Tareas 3. Montequín estaba casado con Patricia Villar quien, junto a una amiga (Virginia Casalaz) también fue secuestrada. Fue secuestrado por militar en el Partido Comunista Marxista Leninista. ¿Por qué lo hacía? es lo que todavía se pregunta el hijo de Pablo Balut –desaparecido y miembro del partido- y está haciendo una investigación histórica sobre dicha organización. Los paraderos de la pareja y de Casalaz se desconocen aún. Gente que también sufrió la detención aseguran que “Mane” estuvo en los centros clandestinos conocidos como “Club Atlético”, luego pasó a “El Banco” y después tuvo su traslado final en mayo de 1978. Su departamento quedó en custodia de la Seccional 37º de la Policía Federal y fue clausurado con una faja del Ejército.
Otilio Pascua formó parte del famoso equipo de la década del ’70 junto a Santiago Sánchez Viamonte (desaparecido) y del Partido Comunista Marxista Leninista con Montequín, Sánchez Viamonte y Balut. A Pascua intentaron secuestrar el 24 de diciembre de 1975 en la casa de sus padres cuando trabajaba en al Municipalidad de La Plata. Afortunadamente, no lo encontraron, pero este hecho significó que se mudara a Mar del Plata.
El secuestro definitivo se llevó a cabo el 24 de octubre de 1977 cuando Otilio Pascua estuvo de visita en la casa de su amigo y ex compañero de equipo Sánchez Viamonte que compartía con su esposa Eguía Benavídez y un grupo de tares allanó el domicilio del matrimonio y detuvieron a los tres.
Cuatro meses después, Pascua apareció muerto en una bajante del Río Luján con las manos atadas en la espalda y un peso en los pies. Según la policía el cadáver había estado más de un mes en el agua junto a otro cuerpo de sexo femenino.
Pablo Alberto Balut estaba casado con Diana Inés Montequín, casualmente la hermana de Mariano y fue secuestrado el 24 de octubre de 1977 (dos días antes del cumpleaños de su hijo) en la casa de Sánchez Viamonte junto a Pascua. Balut, comenzó a militar luego de la desaparición de Hernán Rocca en el PCML. “Fue como un click que le hizo en la cabeza”, cuenta Pablo Balut (hijo) al diario Pagina/12, quien milita en H. I. J. O. S. de La Plata. Diana Inés Montequín, también sufrió la dictadura en carne propia a pesar de que no militaba: se entregó en el Regimiento 7 de la Plata a pedido de sus padres cuando unos represores allanaron su domicilio, fue sometida a una parodia de juicio, fue sobreseída y luego liberada.
Santiago Sánchez Viamonte era un estudiante de arquitectura y amante del rugby como pocos. Era medio scrum e integró el plantel de Primera División por tres años. Con Otilio Pascua formaban la pareja de medios. Para los que lo vieron jugar, fue, es y será el mejor jugador de la historia de La Plata Rugby Club. “El Chueco dejó una huella. Era medio scrum, pero jugaba de apertura, insider, de cualquier cosa. Cuando aparece un pibe de las inferiores con perfil de crack, se dice que es tan bueno como “El Chueco”. Él es el límite”, asegura Diego, hermano de Santiago, veterinario.

Santiago Sánchez Viamonte fue secuestrado junto a su esposa, Eguía Benavídez –además de Balut y Pascua-. El matrimonio fue trasladado al Centro Clandestino de Detención Base Naval de Mar del Plata. Luego, a otro lugar conocido como “El Banco” (ubicado en el Partido de La Matanza).
La pregunta que queda resolver es ¿Por qué ellos? El 74% de los rugbiers desaparecidos jugaban o lo habían hecho en La Plata Rugby Club. La única respuesta más o menos acertada la dijo Raúl Barandarian, ex jugador del club, en
una nota en el diario Página/12: “No puedo explicarlo racionalmente. Siempre me preguntó por qué fue el único club que sufrió tanto. Cuando nosotros empezamos a jugar en los años ’60 y pico, éramos egresados del Colegio Nacional, que depende de la Universidad de La Plata. Y entre los jugadores desaparecidos creo que no hay estudiantes de escuelas privadas. Nosotros crecimos en la educación pública. Después fuimos a las facultades del estado. Todos militábamos y teníamos un alto grado de compromiso con lo que pasaba”.

Fuentes: Pagina/12 - díasderugby.com.ar

sábado, 14 de julio de 2007

El atletismo con aroma de mujer

“A los chicos no les daba bolilla, mi único novio era el deporte, y ni siquiera iba a bailar”. Esa frase sonaría rara en cualquier mujer actual, globalizada, invadida por las revistas de belleza y la coquetería. Pero para Noemí Simonetto, en 1940, era un estilo de vida apasionante.
Cuando se nombra a Noemí Simonetto, se hace referencia a una eminencia del deporte nacional femenino. La atleta porteña integra un trío particular en el olimpismo argentino junto a la nadadora Jeannette Campbell y la tenista Gabriela Sabatini: son las únicas mujeres que consiguieron medalla de plata en especialidades individuales en Juegos Olímpicos.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la delegación argentina, con 350 representantes, de los cuales sólo 11 eran mujeres, partió desde el puerto de Buenos Aires en un barco llamado “Brasil” con destino a Londres, para disputar la máxima cita deportiva a nivel mundial.
Simonetto, con 22 años, era criticada por los periodistas que le sugerían que se dedicara a una sola disciplina y, de esta forma, tratara de mejorar sus marcas. Pero a Noemí le gustaban “todas las disciplinas”, y en casi todas tenía record sudamericano.
En Londres 1948, Simonetto estaba anotada en cuatro pruebas, pero la idea fija era ganar los 80 metros con vallas. Finalmente llegaría a las semifinales, donde por un fallo polémico quedaría tercera, detrás de la francesa Mongirou, quien se cruzó de andarivel y la chocó para quedar segunda. Para Noemí quedaba el salto en largo como posibilidad de medalla.
El estadio Wembley se preparaba para recibir al salto en largo femenino por primera vez en los Juegos Olímpicos, por lo que se estipuló una marca mínima a superar para pasar a la final: 5,3 metros. Esa marca sólo fue superada por Simonetto y dos atletas más, por lo que los organizadores clasificaron “de favor” a cinco competidoras más.
De esas cinco competidoras saldría la medalla dorada. La húngara Olga Gyarmati, quien con un salto de 5,695 metros relegaría al segundo lugar a la atleta argentina, que saltó 5,605 metros. “Hubo un salto que no me quisieron contabilizar. Nunca supe por qué, pero no protesté porque no hablaba inglés”, manifestó Simonetto. Finalmente fue medalla de plata, pero fue el pueblo argentino quien la condecoró con el reconocimiento. Y el reconocimiento se pesa como onzas de oro.
*Declaraciones sacadas de Revista Mística.

martes, 29 de mayo de 2007

Un Bronce que vale Oro

Cuando se dice “voley” en Argentina, es inevitable que en el recuerdo de cada persona esten Hugo Conte, Daniel Castellani, Jon Uriarte, Waldo Kantor…
Estas mismas caras –junto a otras más- fueron protagonistas de un hecho histórico para el vóleibol argentino y el deporte nacional: la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
Sin viáticos ni premios, pero con mucha pasión y orgullo, esa Selección salió del aeropuerto de Ezeiza con el objetivo puesto de que, a la vuelta, algún metal iba a colgar de sus cuellos.
El debut, en el Grupo B, ante los turcos no podía ser otra cosa más que un trámite, y de hecho, así lo fue: 15-5, 15-11, 15-6. Dando, de esa forma, el primer pasito de un trayecto largo y duro…muy duro.
Japón, otro rival a vencer que, en los planes, se contaba como ganable, fue difícil, pero fue alegría. 3-1: 15-11, 15-12, 11-15, 15-11.
Ahora, la situación era otra, los pasos más fuertes – y los equipos más fuertes- estaban por venir. El primero de ellos: Estados Unidos, último campeón del mundo
El comienzo argentino fue un sueño: 2-0…el final una pesadilla: 2-3, con parciales de 15-11, 15-11, 4-15, 15-17 y 7-15. De todos modos, la actuación argentina dejó lugar para ilusionarse y esperar dos días para enfrentar a Holanda.
El 24 de septiembre se hizo desear: truco, mates, dados, sobremesas largos…48 largas horas para empezar a entrar a la historia.
El partido llegó. 3-0 arrasador y la mejor actuación del equipo de Luis Muchaga en toda la competencia. 15-11, 15-7, 15-8. Se vio el primer abrazo de corazón, un abrazo que prometía…un abrazo que aseguraba a Argentina en las semifinales, a pesar de que todavía quedaba enfrentarse a Francia.
La relajación, la alegría, la emoción, pudieron con el conjunto nacional y vivieron la primer derrota. 3-0 contra los franceses, con parciales de 7-15, 5-15, 5-15. Pero no importaba, La Celeste y Blanca ya estaba entre los cuatro mejores del mundo.
El turno, en semifinales, era la Unión Soviética, ganadora del Grupo A. Una muralla imposible de romper para los atacantes argentinos. La derrota era lógica: 0-3, con parciales de 11-15, 17-15 y 8-15.
“Tranquilidad al terminar el partido ante los soviéticos y bronca al comenzar el encuentro ante Brasil por el bronce fue la clave para lograr la hazaña”, aseguró Waldo Kantor con el metal que se habían propuesto entre sus manos.
Brasil-Argentina, clásico sudamericano por donde se lo mire. La Generación del ’82 fue más y pudo con el conjunto carioca en medio de un partido con sabor a final y con varios altibajos. Fue 3-2: 15-10, 15-17, 15-8, 12-15 y 15-9. Después del punto final, cuando Carlao, opuesto brasileño, se elevó por la punta y tiró la pelota afuera, no tardaron en caer las primeras lágrimas que ponían fin a diez años de trabajo y escribía un renglón importante el la historia de deporte nacional. Argentina era bronce en Seúl 1988… un bronce que valía oro.

Plantel del seleccionado argentino de vóley en Los Juegos Olímpicos de Seúl 1988: Claudio Zulianello, Daniel Castellani, Esteban Martínez, Alejandro Diz, Daniel Colla, Javier Weber, Hugo Conte, Waldo Kantor, Raul Quiroga, Jon Uriarte, Esteban de Palma, Juan Carlos Cuminetti DT: Luis Muchaga. PF: Marcelo Benza. Médico: Juan Carlos Sosa.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Los hombres caen de pie


Dijo alguna vez Ringo Bonavena: “Yo vivo solo. Y sin embargo no estoy solo. Estoy con Dios. Lo siento presente, junto a mí, todo el tiempo. El no me habla; pero yo le hablo a Él. Es una compañía. La sensación de estar limpio”. Y manifestó el narciso de Muhammad Ali en otra oportunidad: “No sólo soy el peso pesado más completo del mundo, sino también el más bello. Soy negro, hermoso, inteligente y genial”.
¿Qué punto de comparación pudo llegar a haber entre estos dos grandes del boxeo, si uno adoraba a Dios y el otro se auto adoraba? El punto fue el talento, el punto fue la persistencia, el punto fue la pelea del 7 de diciembre de 1970.
“Cuando me llamaba Cassius Clay me sentía un esclavo. Desde que me bauticé Muhammad Ali me siento libre”, dijo el estadounidense tras convertirse al islamismo. Esa noche neoyorquina de diciembre, Ali salió del hotel en una limusina junto a su entrenador Angelo Dundee y su segundo Drew Brown, pero al transitar una cuadra los tres se bajaron y tomaron el metro hasta el Madison Square Garden mientras el boxeador exclamaba: “Quiero ir con mi gente, y como todos no entramos en la limusina, tomaremos el subte”.
En los días previos a la pelea hubo declaraciones muy duras de ambos púgiles. Mientras Bonavena trataba de “gallina”, “homosexual” y “negro apestoso” al americano, Ali baticinó: “En el noveno (round) lo destrozo”.
Finalmente llegaría la hora de la verdad. Ante casi 20 mil espectadores, los dos boxeadores asomaron al ring: Ringo con una bata de terciopelo con los colores de la bandera argentina y con el emblema del sol estampando. Por otra parte, Ali subió con una bata roja, mientras un segundo suyo bromeaba: “Acaso no era un toro” en referencia a Bonavena, al que se lo conocía de esa manera por su braveza y potencia.
El combate fue muy cerrado y especulado por ambos boxeadores, aunque cabe destacar que no había ningún título en juego. Las emociones fuertes llegarían recién en el noveno asalto, cuando una arremetida del argentino puso en jaque al favorito de todos. Justo en el round en que el americano había pronosticado una victoria, la derrota rozó al flamante islámico cuando éste tocó la lona. El público argentino, unos doscientos, explotaron al grito de “¡Dale Ringo! ¡Dale Ringo!” y “¡Argentina! ¡Argentina!”
La pelea, pactada a 15 asaltos, se acercaba a su fin y todo hacía prever que Ali ganaría por puntos, sin duda alguna una caida más que digna para Ringo, al que todos auguraban una derrota segura. Pero Bonavena era un hombre con todas las letras, y la derrota no asomaba como una posibilidad. Por eso, y por el amor propio que tenía el argentino, éste salió con todo a demoler a Ali, pero lo hizo de manera desordenada y dejando margen para los golpes efectivos de Clay, quien lo derribó tres veces, decretando de esta forma el nocaut de manera instantánea. Ganó Ali, pero Bonavena se fue del Madison Square Garden como un campeón: ovacionado por todo el estadio y con la impresión de que dejó todo por la victoria. Esa fue la primera y única derrota por nocaut que sufrió Bonavena, al que luego Ali calificaría como “el mejor de los boxeadores con quien peleé”.

jueves, 10 de mayo de 2007

Loco un poco nada más


Si se habla de Bahía Blanca, indefectiblemente se habla de básquet. Es que la ciudad ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires es, sin duda alguna, la cuna del básquetbol nacional. Allí nació en la primavera de 1966 uno de sus máximos exponentes: Hernán “EL Loco” Montenegro.
Extrovertido, divertido, sin pelos en la lengua, y con mucho, pero mucho talento, El Loco forjó una personalidad única, y de muy joven se convirtió en una de las promesas del básquet argentino, allá por 1983, cuando el gran León Najnudel lo reclutó y se lo llevó con sólo 17 años a jugar en el CAI Zaragoza de la Liga española. Sin embargo, esta experiencia le jugaría en contra a Montenegro, ya que al no poder obtener la ciudadanía para no ocupar la plaza extracomunitaria, sólo se entrenaba, lo que lo llevó a conocer la noche, y de ahí las adicciones, entre las que se topó con la temible cocaína.
“Yo puedo decir que volví de la muerte”, aseguraría tiempo más tarde, luego de superar su adicción a la droga. Pero en ese momento, la situación era tan gris para el joven que, luego de que el equipo le diera la espalda, decidió regresar a su ciudad natal para jugar en Villa Mitre y, más tarde, en Olimpo. Pero la vida tenía revancha, y le dio una segunda oportunidad cuando, en 1987, Dale Brown, descubridor de Saquille O’Neal, lo vino a buscar a Santa Fe para llevárselo a probar suerte en la NCAA (Liga Universitaria de los Estados Unidos) en Louisana State, en donde además estudiaría Administración de Empresas.
Una lesión lo marginaría del equipo justo antes de empezar la Conferencia, y tras rechazar una oferta de 160 mil dólares para jugar una temporada en Philadelphia (su representante le sugirió que pidiera 600 mil), emigró a Puerto Rico, con su esposa y una pequeña hija.
Una historia muy rica es la de este ala-pivot de más de dos metros de altura, lleno de extravagancias y locuras, a tal punto de ir a comprar un auto escarabajo para su esposa y volverse con un colectivo, o de dedicarle el haber sido elegido el Jugador Más Valioso del Séptimo Juego de las Estrellas con un sutil “hijo de mil” puta a Vecchio, quien en ese entonces lo había marginado de la Selección para los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995.
Todo un personaje Montenegro. Participó en el Mundial de 1986 y resignó dos más y un Juego Olímpico “por defender ideales”, y hasta llegó a declarar que “en la Liga te mandan un discurso moralista pero en los Play off se termina todo. Te dicen ‘yo puse plata y quiero ganar. Si tenés que tomarte una línea de merca o infiltrarte para ganar, hacelo’”. Sin titubeos a la hora de poner las cartas sobre la mesa: “Dejé de gozar el básquet cuando me di cuenta que era una prostituta del sistema”, denunció.
Cuando se encontraba en el campamento de los Sixers de la NBA, donde estuvo seis meses, compartió habitación con Charles Barkley: “El gordo arrancaba de noche y se armaba unas caravanas de novela. Llegaba con unos pedos tremendos a las cuatro de la mañana. Yo lo tenía que despertar a las seis para que saliera a correr, ya que tenía problemas con el peso, y el equipo lo multaba por cada libra que aumentaba”. De su experiencia en Estados Unidos, Montenegro asegura que la vida de algunos jugadores profesionales es tremenda: “Diego es Bambi al lado de Michael Jordan, sólo que a él el sistema lo ayudó”, asegura.
En fin, la vida de Hernán, como la de todo talentoso deportista que adquiere fama y dinero rápidamente, tuvo picos muy marcados: desde ser elegido Jugador Más Valioso en 1995 a ser sancionado ocho meses por consumir droga; de jugar en Italia, Venezuela y hasta Estados Unidos a participar en el TNA donde se fue por falta de pago; y hasta quedarse en el entretiempo durante un partido por sentirse deprimido. Pero siempre respetó códigos que según él le enseñó la calle, no el básquet. Si hasta rechazó una oferta de 500 mil dólares para jugar en Dallas Mavericks porque ya había firmado con Estudiantes de Bahía Blanca.
Montenegro, una perla del básquet argentino que podría haber llegado mucho más lejos, es cierto, pero que vivió siempre a su manera y sin perjudicar a nadie, y que siempre actuó sin careta y sin casete.

Declaraciones sacadas del diarío Olé y revista El Gráfico

jueves, 3 de mayo de 2007

Sudamérica XV con la estirpe Puma


Hay ciertas victorias que en circunstancias desfavorables, ante rivales duros y con mucho sacrificio, se convierten en triunfos épicos, memorables.
A mediados del año 1982, cuando en Argentina la palabra “guerra” y la palabra “Inglaterra” asociadas eran el equivalente a “peligro inminente”, había un grupo de muchachos ávidos de gloria, que soñaban con escribir su nombre en la historia del rugby. Ellos eran Los Pumas.
Se acercaba la guerra por las Islas Malvinas y la Unión Argentina de Rugby (UAR) recibía la invitación de la Unión Sudafricana para realizar una gira por el país, aunque la misma corría peligro de no concretarse.
Es que durante ese período, que finalmente se extendería hasta 1994, la Nación sudafricana vivía bajo el régimen discriminatorio del Apartheid, y en consecuencia, bajo el mando de las Naciones Unidas, se había impuesto un boicot económico, político y, claro está, deportivo.
Por ende, Los militares en el poder le bajaron el pulgar a la UAR: ¿Acaso les preocupaba a los militares el derecho de millones de negros? ¿O tenían suficiente con las inspecciones que los organismos de derechos humanos realizaban en el país por las denuncias de desaparecidos? Claro está que Galtieri y sus muchachos no querían más problemas con la ONU, y menos por un tema menor como lo era el rugby.
En fin, la solución fue jugar bajo el nombre de Sudamérica XV, con algunos jugadores de otros países vecinos como Uruguay, nada más que para disimular y justificar el nombre que llevaría el equipo durante la gira.
El flamante equipo de Sudamérica XV jugaría dos partidos ante los temibles Springboks. En el primer test, los locales aplastarían al combinado “nacional” por 50-18 en el estadio Loftus Versfeld, en la capital de Sudáfrica, Pretoria.
Para el segundo partido, el entrenador argentino, Rodolfo O’Reilly percibió la sed de revancha de sus dirigidos: Ellos(los Springboks) estaban más relajados. Los nuestros daban miedo si uno les veía las caras”, comentaría mas tarde el técnico. Los argentinos, salieron a matar o morir, a todo o nada, y con esa actitud y esa entrega saldrían del campo con la gloria debajo del brazo.
Era la noche de Los Pumas, fue la noche de Hugo Porta. El capitán convertiría todos los puntos del conjunto nacional. Las 20 mil personas presentes en el FS Stadium de Bloemfontein, no podían creer lo que sus ojos veían. Su selección, una de las más poderosas del mundo, caía a manos de un equipo lleno de amor propio, y ante la magia de su medio apertura: el Gran Porta.
Ese 3 de abril de 1982, Sudamérica XV vencería a Sudáfrica por 21-12, con cuatro penales, un try y un gol de campo del mencionado Porta. La gloria bañaba al conjunto de Sudamérica XV, y empapaba a Los Pumas que se hacían un lugarcito en la historia del rugby mundial.

Los artífices del triunfo: Eduardo Sanguinetti, Alejandro Puccio, Marcelo Loffreda, Rafael Madero, Guillermo Varone, Hugo Porta (capitán), Alfredo Soares Gache, Ernesto Ure, Mario Negri, Jorge Allen, Carlos Bottarini, Eliseo Branca, Serafín Denigra, Andrés Courreges y Pablo Devoto.

Entrenador: Rodolfo O’Reilly.

viernes, 27 de abril de 2007

Un Chueco en la Fórmula 1

Tras ganar los campeonatos de Turismo Carretera de 1940 y 1941 con Chevrolet, y de conquistar Europa en 1949, Juan Manuel Fangio fue contratado por Scudería Alfa Romeo para participar, junto a Nino Farina y Luigi Fagioli, del campeonato de Formula 1 en 1950.
El primer Gran Prix de F1, diputado en Silverstone, lo encontró a El Chueco manejando un Alfa Romeo 158. Pero ese debut oficial no sería el mejor comienzo para el argentino, ya que tuvo que abandonar por la rotura de la cañería de aceite. Finalmente Nino Farina sería el primer vencedor.
El 21 de mayo de 1950 fue un día muy especial para todo Balcarce y para Alfa Romeo: Fangio, después de hacer la pole position, se quedó con el Gran Prix de Mónaco y el record de vuelta, lo que fue su primera victoria puntable en la máxima categoría del automovilismo mundial. Además, el primer 1-2 de la historia, segundo llegó la Alfeta de Farina.
Se definía el campeonato en Monza. Fangio consiguió la pole position y el record de vuelta. Todo indicaba que el primer campeonato del mundo venga a Argentina, pero el balcarceño no pudo cruzar la bandera a cuadros por problemas con su auto y –para empeorar la situación- Farina llegó primero. Con este resultado el italiano se convierte en el primer campeón del mundo con tres puntos más que Fangio (27).
El primer año de gloria para Fangio fue 1951. Alfa Romeo continuó confiando en el argentino para pelear el título. Él respondió ganando tres Gran Prix (Suiza, Francia, España) y obteniendo el segundo lugar en dos (Gran Bretaña-Ganó Froilán González- y Alemania) de siete disputados.
El 28 de Octubre en Barcelona se definió el segundo campeonato de Fórmula 1. Tanto Fangio como las Ferrari de Alberto Ascari y José Froilán González tenían posibilidades de gritar campeón esa tarde española. Pero la habilidad del Chueco frente al volante y los problemas de neumáticos de Ascari hicieron que la corona sea para Fangio y comience un mito, quizá el más grande del automovilismo.
Ya preparado para el bicampeonato, el balcarceño, tras la retirada de Alfa Romeo de las competencias, decide correr con Maserati. El amor por los fierros casi le cuesta la vida: Manejó toda la noche desde París hasta el circuito donde pasó por uno de los peores momentos de su vida, para correr en Monza una competencia sin puntos para el campeonato del mundo. Partiendo desde el fondo de la grilla, el piloto criollo más grande de toda la historia cometió un error de cambios y no pudo evitar que su Maserati castigue contra un terraplén de tierra dando un salto mortal en el aire que le costó una internación de cuatro meses, rozando las puertas del cielo. Tiempo después, en una entrevista, Fangio dijo: “a las dos estaba en Monza, a las dos y media en la grilla de salida y a las tres en el hospital".
Muchos creyeron que el argentino no volvería a los Grandes Premios después del accidente en Italia. Maserati vuelve a confiar en él y una vez más Fangio fue héroe y, casualmente, en Monza donde logra una espectacular victoria sobre Ascari (Campeón) y Farina en la última curva y se adjudica el subcampeonato en el año que Fangio volvía de la muerte.
Después de lo demostrado en Monza, el mundo del automovilismo sabía que había vuelto Fangio. Aquel Fangio que comenzó en Alfa Romeo. Ahora, el equipo constructor afortunado era Mercedes-Benz. Un año grandioso para Fangio, ya que gana seis de los ocho Gran Prix del año. Y obtuvo su segundo título en Suiza cuando restaban todavía las carreras de Monza y Barcelona. Froilán González se quedó con el subcampeonato a más de 20 puntos debajo del campeón.
Como era obvio, Mercedes-Benz vuelve a contratar al Chueco para el campeonato de 1955, su compañero en esta oportunidad era Stirling Moss. Nuevo hito en la categoría: Fangio obtiene el tricampeonato en Monza, ciudad especial para el balcarceño.
Todo mundo fierrero (hasta incluso el mismo Fangio lo pensó) imaginaron que tras la retirada de Mercedes-Benz de la categoría, Fangio haría lo mismo. La historia fue distinta y en la vida de un ganador como el Chuelco faltaban dos títulos más: 1956 con Ferrari y 1957 con Maserati.
Cinco campeonatos y dos subcampeonatos para un astro entre los astros del deporte mundial. Juan Manuel Fangio dice adiós a la Fórmula 1 el 6 de julio de 1958.
El 17 de julio de 1995 fallece a los 84 años y sus restos descansan en su ciudad natal, Balcarce.

domingo, 22 de abril de 2007

El monarca de la AFA


¿Es una monarquía absoluta o una monarquía consentida? ¿Es verdaderamente imprescindible o el tiempo lo vistió así? Es difícil explicar cómo una persona carente de cultura general, con el español como único idioma y una serie de actos lamentables en su carrera dirigencial, logre perpetuarse en la presidencia de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), y encima sea el vicepresidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), y encargado de la Comisión de Finanzas del máximo ente del fútbol mundial.
Durante la gestión de Julio Humberto Grondona como presidente de la AFA, la Selección mayor obtuvo un título mundial (México 1986) y dos Copas América (1991 y 1993), mientras que en juveniles, los Sub 20 se adjudicaron cinco mundiales: 1979, 1995,1997, 2001 y 2005, como así también la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. En la visión de los optimistas, la gestión de Don Julio ha de ser brillante, pero si tenemos en cuenta que desde 1979, cuando Grondona asume al poder de la mano del almirante Carlos Alberto Lacoste, el fútbol nacional sufrió más de 80 muertes por violencia en las canchas, una decena de huelgas de jugadores y 30 casos de doping de futbolistas profesionales, la balanza se torna para el lado de lo irregular.
Cuando en 1957 Grondona fundaba el club Arsenal de Sarandí, seguramente no se imaginaba que 19 años después llegaría a presidir a Independiente de Avellaneda. Mucho menos, que ocuparía el trono máximo de la dirigencia del fútbol argentino, y tal vez ni soñaba con perdurar más de un cuarto de siglo allí. Lo cierto es que este señor nacido un 18 de septiembre de 1931 en Sarandí logró resistir 28 años bajo el ala de un gobierno de facto, de los radicales y de los peronistas. Y hasta logró remediar una intervención a la AFA impulsada por dirigentes encolumnados en el menemismo. En realidad, la intervención no llegó a concretarse porque el presidente de la FIFA en ese momento, Joao Havelange sostuvo: “Mi hombre en la Argentina es Grondona. El que se mete con él, se mete conmigo”.
Tiene mucho poder Don Julio, tanto que cuando el actual gobernador de Chubut, Mario Das Neves, denunció al presidente de la AFA por administración fraudulenta e infracción a la ley Penal Tributaria, las oficinas de la AFA y Torneos y Competencias fueron allanadas. Pero tal vez, al juez de instrucción que dio la orden (José Madhjoubian), se le olvidó que, como dijo el gran jefe: “A mi nadie me puede acusar de nada, ni en Corea ni en Buenos Aires. Yo, como vicepresidente de la FIFA, tengo más poder que cualquier político de la Argentina”.
En fin, es complicado descifrar la clave de la perpetuidad de Grondona en el trono de AFA, pero mientras los dirigentes sigan temerosos ante las amenazas implícitas, y él continúe con su actitud de “no imprescindible, pero sí necesario”, tendremos a Grondona para rato. Que Dios y la Patria os lo demande.

Declaraciones recolectadas de entrevistas del diario Olé y la revista El Gráfico.

miércoles, 11 de abril de 2007

La huelga y el éxodo



Tras ser electo Presidente de la República Argentina en febrero de 1946, y asumir en junio de ese mismo año, Juan Domingo Perón adoptaría como arma vital para su gobierno al deporte en todo su esplendor.
La política deportiva del general se inició en un contexto favorecido por la prosperidad económica que en esos tiempos acompañaba al país. Conocidos son los casos de los créditos otorgados a los clubes más importantes del fútbol, como es el caso de Racing Club de Avellaneda, apodado “Sportivo Cereijo” por los “favores” otorgados por el Ministro de Hacienda, Ramón Cereijo.
Sin embargo, en contraposición a la ayuda que el gobierno le daba al deporte, fue éste, encumbrado en el fútbol, quien le dio a Perón una puñalada con gusto a traición: es que los jugadores, con Adolfo Pedernera y Fernando Bello a la cabeza, decretaban en 1948 la primera huelga que un gremio (Futbolistas Argentinos Agremiados), le dictaminaba al general.
Finalizaba la fecha 25 del torneo del 1948, y Racing, con una temible delantera integrada por Salvini, Méndez, Bravo, Simes y Sued, como asi también su eterno rival, Independiente (con un veterano Vicente de la Mata entre sus filas), peleaban tramo a tramo la punta del campeonato junto a River, que asomaba como el tercero en discordia. Pero la huelga opacaría el desempeño del certamen, y, con cinco fechas por jugar, la mayoría de los profesionales haría oídos sordos a los reclamos de la AFA que pedía continuar en “homenaje a los aficionados”.
Los jugadores reclamaban por sus condiciones de contratación, sueldo mínimo y reconocimiento oficial para Futbolistas Argentinos Agremiados. Por ello, y tras diez días sin fútbol, se retomó la actividad futbolística pero sin los habituales titulares.
Sólo para el historial quedará el campeonato que se adjudicaron los suplentes de Independiente que, con 41 puntos en 30 fechas, aventajaría a River (37 puntos), Estudiantes (36) y Racing (32), a quien la AFA descontó cuatro puntos por no presentarse a jugar las dos últimas jornadas.
Cabe destacar que, tras la huelga, se decidió suprimir el descenso por esa temporada, viéndose favorecido por esta medida Gimnasia y Esgrima La Plata.
Ese mismo año se produce un hecho lamentable para el fútbol argentino: el éxodo de grandes jugadores al fútbol colombiano.
La FIFA desafilió a la División del fútbol Colombiano, conocida como Dimayor, a la que el ente máximo del fútbol mundial reconocía como “liga pirata”. Esa entidad comenzó a regir en 1948, y permitió en su seno a la Asociación Colombiana de Fútbol (Adefútbol). Los jugadores podían participar en la Liga sin el pase correspondiente de su club. Sin embargo, el jugador era privado de jugar en cualquier institución afiliada a la FIFA, de manera que sus actividades se limitaban sólo al territorio colombiano o a países vecinos, donde un equipo podía realizar giras. Esta medida se veía compensada por los grandes sueldos y primas.
Figuras de la talla de Pedernera, Di Stéfano, Pipo Rossi, Sastre, Pontoni, Julio Cozzi y Báez, entre otros, emigraron al tentador fútbol cafetero. Se estima que, hacia 1949, jugaban 109 extranjeros en Colombia, de los cuales 57 eran argentinos.
12 en Independiente Santa Fe (Bogotá)
10 en Universidad (Bogotá)
8 en Deportes Caldas (Manizales-Caldas)
7 en Millonarios (Bogotá)
5 en América (Cali-Valle)
2 en Boca Juniors (Cali-Valle)
3 en Once Deportivo (Manizales-Calda)
5 en Bucaramanga (Santander)
1 en Deportivo Medellín
1 en Deportivo Pereyra
En 1951, esa cifra se duplicaría.

En conclusión, la huelga de 1948 derivó en algo más que un torneo discretamente concluido, ya que provocó el alejamiento de grandes referentes de la época, produciendo de esta manera un desprestigio y una desvalorización del fútbol argentino, que en esa época asomaba como uno de los más atractivos por su nivel y competitividad.

lunes, 9 de abril de 2007

Un tal Agassi




El US Open 2006 no fue un torneo más en el ambiente y en la historia del tenis. El torneo predilecto de la comunidad americana significó un broche de oro para la carrera, también de oro, de uno de los más grandes tenistas que dio este deporte. Ganador de 60 títulos como singlista profesional, ocho de los cuales fueron en torneos de Grand Slam, y una medalla de oro en los Juegos Olímpicos: Andre Kirk Agassi.
Agassi nació en Las Vegas, Nevada (Estados Unidos), el 29 de abril de 1970. Su padre, Mike, fue boxeador y disputó los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952; él fue quien lo introdujo al mundo del tenis y lo entrenó desde los tres años. Hacia 1982, Andre ya practicaba con jugadores de alto nivel, como lo eran Bjorn Borg y Jimmy Connors. Estudió y se perfeccionó en la Academia de Tenis Nick Bollettieri, ubicada en Florida, y el 24 de febrero de 1986 debutó en el circuito profesional, venciendo en el torneo de “La Quinta” (Estados Unidos), a su compatriota John Austin por 6-4 y 6-2. Luego caería en segunda ronda ante el sueco, 3º del ranking, Mats Wilander (6-1 y 6-1).
Ese mismo año jugaría su primera final, ante Ramesh Krishnan en Schenectady, Nueva York, donde perdería 6-2 y 6-3. Sin embargo, lo más destacable de la temporada sería su actuación por primera vez en un Grand Slam, precisamente en el US Open, donde perdería con el británico Jeremy Bates en primera ronda.
Ya en 1987, el 23 de noviembre para ser exacto, el de Las Vegas lograría su primer título como tenista profesional, al adjudicarse el torneo de Itaparica, en Brasil, luego de vencer al argentino Martín Jaite en semis, y al local Luiz Mattar en el partido decisivo.
En 1988, tras ganar en Memphis, Charleston, Forest Hill, y llegar a semifinales de Roland Garros, Agassi lograría ubicarse por primera vez entre los Top Ten, al quedar sexto en el ranking. Luego ganaría Stuttgart Outdoor (Alemania), Stratton Mountain y Livingston (Estados Unidos), y llegaría a semifinales del US Open, donde caería en manos del número 1º en ese momento, el estadounidense Ivan Lendell. Con sólo 17 años, Andre Agassi finalizaría la temporada ubicado 3º del mundo.
En 1989, perdería nuevamente en semis del Abierto de Estados Unidos ante Ivan Lendell, pero a la semana siguiente se alzaría con el título en Orlando, tras vencer a su compatriota Brad Gilbert.
Los 90 arrancaron de la mejor manera para el estadounidense, quien ganaría San Francisco y jugaría la final del Masters Series de Indian Wells, donde Stefan Edberg lo vencería, tomándose revancha el de Las Vegas a la semana siguiente en la final del Masters de Key Biscayne, Ese mismo año, Agassi disputaría su primera final de Grand Slam, pero perdería con el ecuatoriano Andrés Gómez. Dos semanas más tarde se adjudicaría el torneo de Washington, y en Agosto, tras jugar un gran torneo, dejando en el camino a duros rivales como Boris Becker, entre otros, jugaría su segunda final consecutiva de Grand Slam, pero sucumbiría ante el que luego sería su gran rival y amigo, Pete Sampras, en la final del US Open.
La temporada 91 sería de andar regular para Agassi, quien ganó nuevamente Washington, y se adjudicó Orlando. Repitió la buena actuación del año anterior en Roland Garros, y cayó en la final con Jim Courier, luego de batallar cinco sets. Sin embargo, tras hacer cuartos en Wimbledom, decepcionaría en el Abierto estadounidense, tras caer en primera ronda con el 47º del ranking Aaron Krickstein.
Ya en 1992, Agassi se encontraba, por primera vez en cinco años, fuera de los diez mejores, al ubicarse decimocuarto. Pero tras ganar en Atlanta, ante Pete Sampras (3º), hacer semifinales en Roland Garros, y adjudicarse por primera vez en su corta carrera un Grand Slam, luego de vencer al croata Goran Ivanisevic en un partidazo de cinco sets en el pasto londinense de Wimbledom, el “Kid” volvería a meterse entre los mejores, sumando además otros dos títulos: Montreal, y la codiciada “Ensaladera de Plata”, tras vencer con el equipo estadounidense en la final de la Copa Davis a Suiza.
En el 93 ganó el título en San Francisco y Scottsdale, pero a fin de ese año sufriría una lesión en su muñeca derecha, por lo que debió ser intervenido quirúrgicamente, recuperándose al año siguiente para llevarse cinco títulos, entre los que se incluyen el US Open y los Masters de Toronto y París.
La temporada 95 sería la mejor en la carrera de Agassi, quien disputaría once finales, ganado siete (Abierto de Australia incluido), cuatro de ellas en forma consecutiva, con un récord de 73 victorias y 9 derrotas, para ubicarse como número 1 del mundo, el 10 de Abril. Ocupó ese puesto por tres semanas, hasta el 5 de noviembre.
En 1996 obtuvo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atlanta y ganó los Masters Series de Miami y Cincinnati. Ese mismo año conoció a la actriz Brooke Shields, de la que Agassi se enamoró profundamente, a tal punto de adaptar su estilo de vida al de ella (salidas nocturnas, partidos de golf).
En 1997, el peor año de su carrera profesional, Andre y Brooke decidieron casarse en abril, pero los conflictos no tardaron en llegar, afectando el rendimiento deportivo del tenista, quien tras separarse de Shields caería en una grave depresión que lo llevaría a finalizar el año en la posición 122º, tras estar 150º.
En 1998, Agassi demostró tener agallas y mucho amor propio, y tras recuperarse de su mala situación sentimental y subir considerablemente su nivel, logró disputar diez finales, consiguiendo cinco títulos (San José, Scottsdale, Washington, Los Angeles y Ostrava), con un registro de 68 victorias y 16 derrotas, entre la que se incluye la final del Masters Series de Key Biscayne. El estadounidense terminó el año número 4 del ranking de ATP.
La temporada 99 significó para Agassi renacer en el amor. Conoció a la tenista Steffi Graff, de la que se enamoró perdidamente. En lo deportivo, logró la increíble marca de 23 partidos ganados y 2 perdidos en Grand Slam, consiguiendo su primer título en Roland Garros, al derrotar al ucraniano Andrei Medveded. Llegó a la final de Wimbledom donde perdió con Sampras, y obtuvo su segundo título en el Abierto de Estados Unidos, tras derrotar a su compatriota Todd Martin. También ganó en Hong Kong, Washington y el Masters de París. Claro está que finalizaría el año como número 1 en el ranking de ATP, lugar que ocuparía hasta el 30 de octubre de 2000.
El nuevo milenio lo recibía de manera perfecta con el título del Abierto de Australia, luego de vencer en la final al ruso Yevgeny Kafelnikov. En Wimbledom caería en las semifinales ante el australiano Patrick Rafter, y se despediría temprano en el US Open, tras perder en segunda ronda con el francés Arnaud Clement. Agassi disputaría la final de la Copa Master en Lisboa, pero no podría vencer en la final al brasileño Gustavo Kuerten.
En 2001 ganaría nuevamente el Abierto de Australia, esta vez ante el francés Clement, y luego se adjudicaría el Masters Series de Indian Wells, venciendo a Sampras en el partido decisivo. También ganaría el Miami Ericcson Open y el torneo de Los Angeles. Pero lo más importante sería el casamiento con su novia Steffi, el 22 de octubre, y el nacimiento de su hijo, Jaden Gil (Gil en honor a su gran amigo y preparador físico Gil Reyes)
La temporada 2002 comenzaría con el título en Scottsdale, los Masters de Miami y Roma, el torneo de Los Angeles, la final del US Open, donde perdería con Sampras, y la consagración en Masters de Madrid.
En 2003, arrancaría ganado por tercera vez el Abierto australiano, sumando a la semana siguiente el torneo de San José, luego el Masters de Miami, el torneo de Houston, y tras llegar a semis en Londres (Queen’s), comenzaría Wimbledom como número uno, por tercera vez en su carrera. En la final de la Copa Masters perdería ante el suizo Roger Federer. Este año, precisamente el 3 de octubre nació su hija, Jaz Elle.
La temporada 2004 no fue demasiada productiva para la carrera de Agassi, quien ya veía la curva del ocaso en su vida como tenista. Logró ganar el Masters de Cincinnati y finalizó el año séptimo en el ranking, tras perder la final de Stockholm (Suecia), ante el local Thomas Johansson.
En 2005 ganaría el Masters Series de Canadá, y llegaría a la final del US Open, donde perdería con el suizo Roger Federer. Con 35 años, finalizaría quinto en el ranking.
La 2006 fue una temporada de pocos torneos para Andre Agassi, debido a que focalizó su mente y su físico en su torneo predilecto. Ese que se juega en Nueva York entre fines de agosto y principios de septiembre. Ese que tantas veces lo vio sonreír y que lo acunó como su hijo predilecto: nada más y nada menos que el US Open. Allí se retiró un grande, te vamos a extrañar Andre, gracias por tanta magia…

EL ABRAZO DEL ALMA

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